Original del Prof. Leopoldo Salgado Cisneros,
adaptado por El Adobero.
El Adobero |
Este es un
cuento que hace muchos años nos contaba mi papá en la noche de navidad. Quiero
compartirlo con ustedes, ojalá sea de su agrado y llegue a su corazón.
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Había una vez, muy cerca de Querétaro, allá
por los años de la leva, en un pueblito provinciano de típicas costumbres y
casitas de teja a dos aguas, con sus corrales en los patios donde criaban gallinas,
puercos, borregos, gatos, perros, conejos y cuanta fauna doméstica era posible
criar para reforzar la dieta de la familia.
En esos tiempos, con solo hacer un agujero de
4 varas de hondo en la tierra emanaba el agua y así se podía hacer un pozo para
dotar de agua a la familia y a los animalitos de la casa.
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Las casas contaban con terrenos grandes donde
se tenían los corrales de los animales. Las calles eran caminos de tierra
disparejos, solamente con el trazo alineado de las casas del pueblo.
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Las familias eran muy unidas, sin embargo, con
los tiempos de guerras que se vivían en todo México y que nadie sabía por qué
eran las luchas ni a favor de quién se peleaba, simplemente llegaban los
pelotones de pelones o de rancheros revolucionarios y obligaban a los hombres a
unírseles y llevarlos a pelear en otros lugares.
Con el tiempo la familia perdía la pista de su
pariente y éstos pocas veces regresaban a su hogar. Muchos miles murieron en
total anonimato sin que la familia supiera donde había quedado el padre de la
familia.
Había muchas familias donde faltaba el padre,
quedaban los abuelos, la madre y los hijos. La madre tomaba el papel de jefe de
familia, haciendo el papel de papá y mamá. Una vez más se demostraba que la
mujer mexicana es la que ha dado fortaleza a nuestra patria.
Los pueblos conservaron sus costumbres y la
unidad familiar, tomado fuerza de su fe. La religión les daba confianza en un
Dios y la Virgen María que los cuidaban a pesar de las desgracias que se
sufrían en todas partes.
En este pueblito había una iglesia chiquita
con piso de tierra y un altar forjado de piedras pegadas con lodo y enjarradas
con lodo y cenizas de los fogones dando una apariencia de blancura, como lo era
la gran mayoría de las casas del pueblo.
En esta iglesia solamente se tenía la presencia
del cura los domingos, entre semana el anciano más viejo del pueblo organizaba los
servicios y las oraciones y el rosario vespertino lo dirigía una de las
abuelitas.
Terminando el rosario, se juntaban los vecinos
del pueblo a platicar y chismear mientras jugueteaban y gritaban los
escuincles.
Las costumbres y tradiciones se conservaban y
se iban festejando de acuerdo al paso de las temporadas del año.
En la cuaresma los viacrucis, en mayo el
rosario con la ofrenda de flores de las niñas y niños con sus vestidos blancos
llevando sus ramos de flores del campo hasta los pies de la virgen.
En el tiempo de aguas, las plegarias por el
buen temporal para que Dios bendijera las tierras con la lluvia y se tuvieran
buenas cosechas.
El 15 de Agosto, se acostumbraba tener un
paseo a caballo a una ranchería cercana par festejar la asunción de la Virgen
María.
En septiembre las fiestas de la independencia,
con el grito en la explanada frente a la iglesia, con las mujeres luciendo con
sus mejores galas, con sus vestidos ampones y sus listones de múltiples colores
entrelazados con sus trenzas. Caminando como verdaderas diosas.
En el mes de octubre el mes del rosario, con
el rezo completo todas las tardes en la iglesia del pueblo.
Las fiestas de los difuntos en noviembre, con
la preparación de todas las viandas y adornos para festejar a los muertos y
disfrutar a los vivos.
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En medio del trajín de la guerra fratricida y
de todas las costumbres tradicionales, estaba la familia de Chuchillo, hijo
único de María la que se había quedado sola porque a José su esposo se lo había
llevado la leva hacía ya dos años.
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María era la mujer más alegre del pueblo,
siempre dispuesta a ayudar a los demás, colaboraba en todas las festividades de
la iglesia, preparando ricos tamales para las fiestas a beneficio de la
iglesia. Por las mañanas enseñaba a los niños a leer y escribir a la sombra de
un mezquite frondoso que estaba en la explanada frente a la iglesia.
En el tiempo de la siembra había regresado su
compadre Chago y les dijo que José había caído en la batalla de la ciudad vecina
de Celaya en el pasado mes de abril. Ésto causó una gran tristeza en la familia
y en general en todo el pueblo.
María cayó en una gran melancolía enfermando
de soledad y amargura. Esa tristeza la fue consumiendo poco a poco perdiendo la
alegría que la caracterizaba y de la que tenía fama en todo el pueblo.
María se fue acabando… hasta que en el mes de
agosto se quedó dormida y ya no despertó – Se fue al cielo le decían a
Chuchillo.
Chuchillo se quedó solo, huérfano de la noche
a la mañana. Sin padre ni madre. Las ancianas del pueblo se turnaban para
cuidarlo y alimentarlo en sus casas, una semana cada una.
Chuchillo no salía de su tristeza al quedarse
solo. Se le acabó su infancia y su alegría. Caminaba callado y cabizbajo. No
escuchaba las invitaciones de sus amigos para jugar. Comía poco…
Llegó la temporada de navidad y todo el pueblo
se preparaba para la noche más feliz del año. Se adornaban los árboles de los patios
de las casas con faroles de papel que se alumbraban con una velita en su
interior, aún no existía la costumbre del árbol de navidad y mucho menos la del
gordo Santa Claus.
Se celebraron las posadas, nueve días de
fiesta para los niños, a comer muchas colaciones y cacahuates. Romper piñatas y
cantar villancicos.
Carmelo, el sacristán de la iglesia, se
esforzaba preparando los santos y adornos para hacer el nacimiento. Lo tenía
que tener preparado tres días antes de la nochebuena.
Limpió el misterio: La Virgen, San José y el
Niño… los engalanó con sus trajes de fiesta listos para subirlos al nacimiento.
Algo extraordinario ocurrió, Chuchillo se
ofreció con entusiasmo a ayudar a Carmelo con el nacimiento. Carmelo lo
regañaba y de decía que no fuera a romper algo porque entonces tendría que
arreglárselas con él.
A regañadientes el gruñón sacristán le encargó
que fuera a recoger paja al campo para el portal del nacimiento. Antes que
canta un gallo Chuchillo le llenó de paja la sacristía.
-Ahora consigue una carga de leña para simular
un fogón que caliente al niño Dios- le dijo. Chuchillo salió corriendo al monte
y por la tarde le llevó la carga de leña.
Y así, cumplía con todos los mandados que Carmelo
le encargaba.
En todas las casas se preparaban ricas viandas
para la cena de nochebuena, que se celebraría en las primeras horas del 25 de
diciembre, después de la misa de gallo de la navidad.
Viandas muy sencillas pero preparadas con las
manos de todas las mamás del pueblo. Tamales, arroz, mole, tacos fritos de
papa, frijoles y carne, atole de putzcua de maíz tierno, uchepos, corundas,
queso y hartas tortillas…
Los viejos armándose con unas cuantas garrafas
de aguardiente de caña que les vendía el maestro Chayo que dirigía la banda de
música del pueblo.
El cura, el padre León, llegó al pueblo la
tarde del 24, listo para la misa de gallo y obviamente para la cena que era
algo donde él hacía valer su autoridad. Tenía el privilegio de probar lo mejor
de todas las viandas del pueblo con el acompañamiento obligado de su jarro o
sus jarros de ponche con aguardiente.
Al llegar al pueblo, lo primero que el cura
fue a revisar fue el nacimiento del templo.
Ya estaba la composición completa, San José la
santísima Virgen María, el burro, la vaca, el pesebre, la estrella sobre el
portal. Los pastores y los Santos Reyes eran caracterizados por algunos vecinos
y vecinas del pueblo… el niño Dios en la sacristía.
Observó la cantidad de paja y leña y le
preguntó al sacristán- ¿A poco tu trajiste todo esto Carmelo? – No señor cura,
me ayudó todo el tiempo Chuchillo el huérfano- Ah caray, ¿ya salió de su
tristeza?- pues no sabemos, pero anda muy activo ayudando en esta navidad- A
ver, ¡tráelo para saludarlo!
Salió Carmelo corriendo y trajo rápidamente a
Chuchillo. El padre León le dijo-
Chuchillo, como te has esforzado tanto en este nacimiento, esta noche la virgen
María te concederá todo lo que le pidas en la misa de navidad. No se te olvide,
solo pídeselo con mucha devoción.
Chuchillo sonrió y salió alegremente a jugar
con los demás niños que, admirados por su energía, correteaban con él.
Llegó la hora de la misa, todos los pobladores
del pueblo fueron llegando puntuales ataviados elegantemente con sus calzones
de manta y su gabán los hombres, y sus enaguas de colores y rebosos las
mujeres.
Inició la misa y el padre León en el sermón
les insistió a todos los feligreses que lo que se le pidiera con devoción en
esa noche a la virgen María, ella se los concedería.
Chuchillo sonreía y cantaba los villancicos
con mucha alegría y buen tono. Para sus adentros él ya tenía lo que le pediría
a la virgen María.
Se acercó Carmelo y le preguntó- ¿Ya le
pediste a la virgen María tu deseo? – Él respondió – Ya – y ¿qué le pediste? –
Que me lleve con mi mamá… Ah que Chuchillo, ¡qué cosas pides, mejor un
juguete!...
Llegó la adoración al niño Dios y Chuchillo
fue el primero que se formó en la larga fila… En lo que terminaban se quedó
dormido en la banca que estaba frente al nacimiento.
Nadie se dio cuenta que Chuchillo seguía
dormido y cerraron la iglesia para irse a disfrutar de la magnífica cena que
compartían con todos los parroquianos.
Alrededor del mediodía del siguiente día, Carmelo
el sacristán, con un gran dolor de cabeza por la cruda, llegó a abrir la
Iglesia para preparar la misa de función del día festivo. Observó que Chuchillo
estaba dormido a los pies de la virgen María. Le llamó fuerte y no respondía.
Subió al nacimiento y lo sacudió. Entonces se dio cuenta que Chuchillo había
partido como le pidió a la Virgen, a estar para siempre con su mamá.
Hasta la navidad de nuestros días, en ese
pueblo siguen poniendo en el nacimiento a un pequeño pastor a los pies de la
Virgen María en recuerdo de Chuchillo el huérfano que voló en nochebuena a
estar para siempre con su mamá.
FIN
"PENSAMIENTO POSITIVO"
¡Qué bonita historia!
ResponderBorrarGracias por compartirla, me imaginé a mi abuelito Polo contándomela y fue realmente especial pensar que entre todo este trajín de mi vida, cerrando los ojos puedo ver a Ramoncita y a Polo indicándonos el camino de lo realmente importante.